Si comer es un acto biológico, cocinar es un acto cultural producto de la herencia de diversas culturas, razón por la cual, la alimentación de los pueblos merece la más alta consideración y el respeto.

En la época precolombina, en el territorio que hoy día conocemos como Costa Rica, la dieta fue muy variada debido a su condición de puente biológico y cultural que produjo gran variedad de flora y fauna proveniente de Mesoamérica y Sudamérica.

En la dieta proveniente de Sudamérica se incluían: pejibayes, yuca, frijoles, piña, chayotes, guayabas, aguacates, la pesca, la caza de zainos, venados, tepezcuintles, etc. y se consumía la  carne de manatíes y de tortuga entre muchos otros alimentos.
De Mesoamérica provenía el consumo de. calabaza, chile, cacao, tomate, jocotes, papaya, achiote, níspero, nance,  y la caza de  venados, jabalíes, osos hormigueros, dantas, aves, así como la cría de chompipes.

De toda la amplia gama de alimentos que se consumían, fue sin embargo el maíz, el más importante en la dieta de nuestros antepasados indígenas, un ejemplo de lo anterior lo confirma el hecho de que mientras la bebida de maíz fermentado conocido como “chicha” era común en Sudamérica y la “tortilla” en Mesoamérica, en lo que hoy es Costa Rica se consumían las dos, confirmando con esto que ambas áreas culturales coincidían en este territorio.

Con la llegada de los europeos a América en siglo XVI se verifica un verdadero encuentro de dos mundos gastronómicos produciéndose con ello los 300 años de mestizaje colonial, este mestizaje se encuentra representado ante todo por la co-presencia de dos productos: el maíz y el trigo.  Tanto el maíz en el mundo prehispánico como el trigo en el mundo europeo fueron el sustento del cuerpo y también del espíritu, el maíz, producto básico de la dieta aborigen se encontraba asociado a importantes deidades del culto precolombino; el trigo por su lado era parte básica de la dieta europea y es símbolo de la “eucaristía cristiana”.

Junto al trigo llegaron también al Nuevo Mundo el ganado vacuno, la carne de cerdo y con ellos se inició la práctica de freír los alimentos utilizando la manteca del animal. Asimismo llegaron con los europeos otros productos provenientes de otros territorios tales como: el arroz proveniente de China y las especias provenientes de la India.

En el siglo XIX con las exportaciones del café a Europa se inició un expansivo proceso de importación de artículos comestibles: aceites, jamones, encurtidos, pavo, cerveza, dulces,  harina de trigo, licores y vinos. Así como utensilios de uso cotidiano en la cocina: Estufas o cocinas de hierro máquinas de desgranar y moler maíz y café, vajillas finas, trastes, cristalería, entre otros. Con lo cual se inicia toda una nueva etapa en lo relativo a la preparación de los alimentos, de igual forma prosperó una industria nacional con la fabricación de panes, confites, licores, y objetos de uso doméstico.

Como resultado del comercio internacional durante el siglo XX el gusto del costarricense cambia hacia el consumo variado de alimentos provenientes de otras culturas( Estados Unidos, china, Italia, México, y Centroamérica, entre otras), de manera que la cocina criolla sobrevive junto a la cocina de otras latitudes. Con el proceso de la globalización, las comidas rápidas “chatarra” contribuyen con el cambio hacia una alimentación menos saludable, es por esta razón que el Museo de Cultura Popular se propone desarrollar y fomentar en los costarricenses hábitos de consumo de alimentos saludables por medio del proyecto productivo “Reactivación de las comidas y bebidas tradicionales” implementado con mujeres de la comunidad que tienen amplios conocimientos sobre la preparación de comidas y bebidas tradicionales que se ofrecen en la “Fonda del Museo”